Bueno, pues finalmente me he animado a dejar de beber alcohol durante 30 días seguidos. En principio, no me debería costar, al menos a nivel físico, aunque a nivel psicológico lo tengo ya muy instalado en mi rutina. Además tengo el handicap de que vivo en una ciudad en la que siempre hace sol, que es muy turística y llena de terracitas en las que echarse a perder.
Sin embargo, voy a permanecer fuerte a este respecto. No puedo hacerlo de otra manera. No merece la pena y, en realidad, ya no me reporta ningún beneficio. No soy tímida, ni me cuesta entablar conversaciones, ni nada. Casi siempre empiezo a beber alcohol a lo tonto, en mi día a día, simplemente porque me aburro o porque he salido estresada del trabajo.
No me reporta ningún beneficio así que estoy transitando de ese «tengo que dejar de beber alcohol» al «quiero dejar de beber alcohol». Es absolutamente diferente cuando algo se abandona por obligación o por elección y esta vez mi elección está clara. ¡Comienzan los 30 días sin beber!